Seguí ayer, con atención, la elección del nuevo
Papa. Desde mi punto de vista, las novedades introducidas son interesantes y,
aún más, constituyen un desafío para la iglesia evangélica, particularmente en
Latinoamérica. Esbozaré, a continuación, algunas consideraciones.
Primero, que sea latinoamericano es notable
debido a que, a pesar de los avances del movimiento evangélico en América
Latina, todavía este subcontinente es considerado un notable bastión del
Catolicismo Romano, frente a la extrema secularización de lo que hoy se
denomina “la Europa postcristiana”. Pienso que puede producirse un
reavivamiento de la fe católico romana, en
cierto grado por empatía, o sea por identificación con un “paisano
latinoamericano”, sobre todo en sectores evangélicos y pseudoevangélicos, cuya
fe está más fundamentada en las emociones que en la Palabra y el Poder de Dios.
Segundo, que sea jesuita, es mucho más
importante. Yo diría crucial. Por primera vez la controvertida Compañía de
Jesús tiene sentado un Papa en la silla de San Pedro. Los jesuitas, como
comúnmente se les llama, han jugado un papel fundamental dentro del Catolicismo
Romano en los últimos quinientos años. Veamos algunas cuestiones importantes
que, según creo, se presentan como desafío para nosotros.
a) Desde el punto de vista misionero,
desde sus inicios, la Compañía de Jesús se manifestó por su alto celo “evangelizador”.
Los jesuitas, junto con los franciscanos, fueron los encargados de la “cristianización”
de Latinoamérica. Jesuitas abrieron misiones en lugares duros e inhóspitos en
el actual Canadá, Estados Unidos, la India y China. No solo misionaron, sino
que en variadas ocasiones sellaron su labor con el martirio. Pienso que la “re
evangelización” de Latinoamérica, y la “evangelización” mundial serán prioridad
del nuevo Papa, pues la conciencia misionera forma parte integral de la
mentalidad jesuita.
b) Desde el punto de vista
eclesiológico, cabe señalar que la Compañía de Jesús se ha caracterizado, desde
sus orígenes, por la defensa inquebrantable de la institución del Papado. Es
interesante hacer notar que, a los tres votos típicos de los religiosos católicos
romanos (obediencia, pobreza y castidad), ellos añadieron un cuarto voto:
sumisión absoluta al Papa. Aún en momentos críticos, su lealtad al Papado ha
estado fuera de duda. Valga recordar que, en el siglo XVIII, la Compañía de
Jesús llegó a ser disuelta. Su extremo poder y riqueza fueron objeto de temor y
de avaricia por parte de intereses políticos y religiosos europeos que presionaron a sucesivos papas, hasta lograr que
Clemente XIV la suprimiera temporalmente, en 1773. No obstante a haber sido
perseguidos, encarcelados, desterrados y despojados de las propiedades de la
Orden, ellos se mantuvieron firmes en su vocación de defensa del Papado como
institución.
c) Desde un punto de vista ideológico,
es importante señalar que los jesuitas son considerados como “la avanzada
intelectual del Catolicismo Romano”. Fueron ellos la punta de lanza ideológica
en contra del Protestantismo, a partir del Concilio de Trento y durante la
Contrarreforma. Su sólida argumentación intelectual, unida al celo misionero, socavaron
los cimientos de la naciente Reforma Protestante en lugares como el sur de
Alemania y Hungría. Su trabajo perseverante en la Educación, la Ciencia y la
Teología catolicorromana, los ha llevado a convertirse en verdaderos bastiones
ideológicos en el mundo, y en formadores de generaciones de intelectuales,
artistas y políticos. Formados en colegios jesuitas se mezclan nombres tan
disímiles y heterogéneos como Cervantes, Calderón de la Barca y James Joyce,
Voltaire, Descartes y Ortega y Gasset, Charles De Gaulle, Fidel Castro y el
Subcomandante Marcos, así como el cineasta Alfred Hitchcock, entre otros
muchos. El molde ideológico jesuita es suficientemente amplio para combatir la
fe evangélica y, al mismo tiempo, acercarse ecuménicamente a ella, con el fin
de absorberla. Cuando hablamos de molde ideológico amplio nos referimos a la
presencia, en sus filas, de teólogos como Balthasar (que enseñó la necesidad de
que la Iglesia Católico Romana se abriera a los cambios en el mundo), Rahner
(influyente teólogo del Concilio Vaticano II), Murray (un defensor de la
libertad religiosa), y Teilhard de Chardin (conocido por su sincretismo de
ideas cristianas, evolucionistas y místicas orientales). En sus filas han
coexistido sacerdotes tercermundistas (seguidores de la Teología de la
Liberación), junto a figuras señaladas políticamente conservadoras, como el
propio cardenal Bergoglio, actual Papa Francisco.
Mi reflexión no pretende ser exhaustiva. Solo
tiene como objetivo alertar tanto al liderazgo evangélico como a los hermanos
en general. La Gran Comisión es KERIGMA o PROCLAMACIÓN PODEROSA del Evangelio, pero
es también DIDACHÉ o ENSEÑANZA, es FORMACIÓN DE DISCÍPULOS COMPROMETIDOS, QUE
VIVAN INTEGRALMENTE TODO EL CONSEJO DE DIOS APLICADO A LA PERSONA TOTAL Y A
CADA ÁMBITO DE LA VIDA. Y, finalmente, es también APOLOGÍA O DEFENSA DE “LA FE
UNA VEZ DADA A LOS SANTOS”. Mis pregunta son: ¿Estamos teniendo en cuenta estos
tres aspectos de la Gran Comisión? ¿Estamos preparados para en estas tres
áreas? ¿Suplimos las necesidades del “rebaño” en estos tres aspectos? ¿Qué
tanto estamos preparados para enfrentar lo que podría ser la mayor acometida “evangelizadora”
catolicorromana desde la Reforma y Contrarreforma, con todo lo que ella
representa?
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