jueves, 22 de marzo de 2007

Orígenes de la Biblia.

Tome una Biblia en su mano, y ábrala. Usted está en presencia de un libro singular, único. A lo largo de la Historia, millones de personas la han considerado como “la Palabra de Dios”, y han estado dispuestas a testificar de ella aún a costa de sus propias vidas. Judíos y cristianos la consideran “El Libro” por excelencia, porque creen que, en sus páginas, se encuentra plasmada la Revelación de Dios a la Humanidad.
Tome su Biblia, y acompáñenos en el fascinante viaje que nos permitirá conocer cómo llegó ella a nuestras manos.

Los nombres de la Biblia.
No siempre se le llamó “Biblia” a la Biblia. Diversos fueron los nombres que se le dio; por ejemplo, “Escrituras” (Mateo 21: 42; Marcos 14: 49; Lucas 24: 27; Juan 5: 39; Hechos 17: 2; Romanos 15: 4; 1 Corintios 15: 3-4; 2 Pedro 3: 16); “Escritura” (1 Crónicas 15: 15; 2 Crónicas 30: 5; Esdras 6: 18; Marcos 12: 10; Lucas 4: 21; Juan 2: 22; Hechos 1: 16; 2 Pedro 1: 19-21); “Santas Escrituras” (Romanos 1:2); “Sagradas Letras (o Escrituras)” ( 2 Timoteo 3:15); “Libros” (Daniel 9:2); “El Libro de la Ley” (Deuteronomio 31:26), etc.
La palabra “Biblia” es el plural del término griego “biblión”. Significa literalmente “libritos”. Fue usada por primera vez, en el siglo II, por los judíos de Alejandría, para designar los libros que componen el Antiguo Testamento. Una mención de este uso se hace en dos de los llamados “libros apócrifos” del Antiguo Testamento: 1 Macabeo 12:9 y 2 Macabeo 8:23. En la era cristiana, Clemente de Roma, discípulo del apóstol Pablo, comienza a referirse a las Sagradas Escritura como “La Biblia”. Con el tiempo, la palabra pasó primeramente al latín y, luego, a otras lenguas europeas, como el español. De ahí en adelante, su uso se generalizó.

Cómo se escribió la Biblia.
Fíjese por un momento en esa Biblia que tiene en sus manos. Se requirieron, por lo menos, 1500 años para completar su escritura, desde aproximadamente el 1400 a.C., cuando Moisés escribió el Pentateuco, hasta finales del primer siglo después de Cristo, en que el apóstol Juan escribió Apocalipsis. Más de cuarenta escritores, inspirados por el Espíritu Santo, participaron en su formación. Ellos pertenecieron a diferentes clases sociales. Los hubo reyes, como David y Salomón; sacerdotes, como Ezequiel; funcionarios públicos, como Daniel, Nehemías y Mateo; un médico, como Lucas; pero también pescadores, como Pedro y Juan, y campesinos, como Amós. Todos ellos escribieron en condiciones muy diversas: Jeremías redactó su libro en medio de la guerra que libraban los babilonios contra Jerusalén, y parte del mismo, en una inmunda cárcel; Pablo escribió parte de sus epístolas, en Roma, encadenado a un soldado romano, y otras durante sus viajes misioneros, en diversas ciudades del Asia Menor; Moisés escribió el Pentateuco en el desierto, mientras guiaba a su pueblo hacia la tierra de Canaán; Salomón, en cambio, lo hizo en el palacio real, rodeado de lujos y comodidades.
Vuelva, por favor, a mirar la Biblia. Observe sus finas hojas, las tapas que la encuadernan. Posiblemente, si la cierra, verá que sus bordes son dorados. Pero la Biblia, en su forma primitiva, no fue así. Piense en Moisés. Cuando Dios le dio por segunda vez Su Ley, le ordenó: “Alísate dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en las tablas primeras que quebraste” (Éxodo 34:1; ver también Éxodo 24:12; Deuteronomio 9:9; 10:1). ¡Libros de piedra! Efectivamente, uno de los más antiguos materiales empleados por los seres humanos para escribir, fue la piedra. Se escribía sobre ella con un cincel y un martillo y, virtualmente, se tallaban las letras, como si se tratara de una escultura (ver: Job 19:24; Jeremías 17:1). Algunas partes de la Biblia fueron, pues, escritas originalmente en piedra. Pero no sólo en ese material ... Vayamos a Isaías 30:8 (lea también Isaías 8:1 y Habacuc 2:2): “Ve, pues, ahora, y escribe esta visión en una tabla delante de ellos, y regístrala en un libro, para que quede hasta el día postrero, eternamente y para siempre”. De acuerdo con las palabras usadas en el hebreo, las tablas de las que se hablan aquí son “tablillas de arcilla”, otro de los materiales cuyo uso fue popularizado en Mesopotamia. Para cumplir el mandato de Dios, tanto Isaías como Habacuc tomaron arcilla, le agregaron agua, hicieron una masa compacta y modelaron una tabla. Sobre el material fresco aún, escribieron lo que el Señor les inspiró, usando un estilus, o sea, una varillita de metal con una punta fina por un lado y otra más gruesa, ambas con forma triangular. Luego, pusieron a secar la tabla, quizás al aire, o quizás al fuego.
“Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas, en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos”. Así escribió el apóstol Pablo en su segunda epístola a Timoteo, capítulo 4 y versículo 13. El tipo de material más generalizado que se usó para escribir los libros bíblicos, fue el papiro. Este material era fabricado a partir de un tipo de junco o caña que aún crece en las orillas del río Nilo, en Egipto. Las láminas del papiro, sometidas a un proceso especial, se convertían en hojas finas sobre las que se podía escribir, usando una caña de bambú con la punta aguzada, y tinta. Esas hojas se pegaban y se enrollaban. Algunos de esos rollos tenían hasta siete metros de largo. Al leerlos, había que irlos desenrollando por un lado y enrollando por el otro. El uso del papiro, como material barato y más accesible, se extendió hasta los primeros siglos de la Era Cristiana. En el año 1947, en las Cuevas del Qumram, en Palestina, fueron encontradas decenas de rollos de papiro, escondidos en vasijas de barro, que datan del primer siglo antes del nacimiento de Jesucristo, y muchos de los cuales contienen libros enteros del Antiguo Testamento. De papiro estaba hecho el rollo que escribió Jeremías, y que el rey Sedequías mandó a quemar (lea Jeremías 36).
El otro material, mencionado por el apóstol Pablo, era el pergamino. Aunque anteriormente, para escribir, se había usado el cuero de animales, en el siglo tercero antes de Cristo, en la ciudad de Pérgamo, en el Asia Menor, se comenzó a trabajar, de una manera especial, el cuero de ovejas, vacas y otros animales. El material era costoso, pero tenía la ventaja que podía cortarse en hojas, coserlo, y armar libros como los que tenemos en la actualidad, a los cuales se les llamó códices.

La Biblia dividida.
Viajamos en el tiempo, hacia la Roma del siglo segundo de la era cristiana. La persecución contra los cristianos está en su apogeo. Entramos en la casa de Claudius. Él es uno de los ancianos de la Iglesia, encargado de la enseñanza de la Palabra de Dios. Con mucha dificultad, y aún a costa de su propia vida, ha logrado preservar algunos manuscritos que contienen los Evangelios y algunas epístolas de Pablo, así como ciertas porciones del Antiguo Testamento hebreo. Claudius está leyendo Juan 3:16, en griego:
OUTWSGARHGAPHSENOZEOSTONKOSMONWSTET
ONUIONAUTOUTONMONOGENHEDWKENINAPASO
PISTEUWNEISAUTONMHAPOLHTAIALLEXEZO
ENAIWNION
Fíjese cómo se vería en español:
“PORQUEDETALMANERAAMODIOSALMUNDOQUEHADADOASUHIJOUNIGENITO
PARAQUETODOAQUELQUECREEENELNOSEPIERDAMASTENGAVIDAETERNA”.
Todas las palabras están escritas en mayúscula, sin separación entre las mismas. No hay puntos, ni comas; no hay divisiones en capítulos y versículos. Claudius lee en voz alta, pues es la manera más fácil para tomar el sentido de lo que se está leyendo. La tarea se dificulta más cuando se trata del hebreo, ya que su escritura sólo consta de consonantes, o sea, no posee vocales. Es como si quisiéramos leer Isaías 53:5, en español, de la siguiente manera:
“PRQLHRDFPRNTRSRBLNSMLDPRNSTRSPCDS” (“Porque Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados...”). Difícil, ¿verdad?
Pero usted ahora observa su propia Biblia y descubre cuán fácil le es leer su contenido. Efectivamente, un largo proceso de organización editorial del texto bíblico se ha producido desde que aparecieron los primeros libros de la Biblia hasta el momento. Echemos un vistazo a la Historia.
Hasta el siglo noveno después de Cristo, aproximadamente, todos los libros escritos se redactaban de la manera que hemos descrito anteriormente. Fue a partir de esa época que comienzan a usarse letras minúsculas, y a separarse las palabras. Los signos de puntuación, como el punto y la coma, por ejemplo, recién vinieron a utilizarse a partir de la invención de la imprenta, en el siglo quince.
Aunque ya judíos y cristianos, en los primeros siglos de la era cristiana, habían hecho algunas divisiones del texto bíblico, con el fin de facilitar su lectura, es alrededor del 1226, que Esteban Langton, arzobispo de Canterbury, en Inglaterra, introdujo la división en capítulos, del Antiguo y del Nuevo Testamento, sobre la versión latina conocida como Vulgata. La división en versículos se produjo en el siglo dieciséis: el monje dominico de origen judío, Santos Pagnino, la hizo con el Antiguo Testamento, en el año 1541; Robert Ettienne, tipógrafo francés, la llevó a cabo con el Nuevo Testamento, en 1551, y algunas partes del Antiguo Testamento, en 1555. En este último año apareció por primera vez la Biblia completa, en la versión Vulgata, con las divisiones de capítulos y versículos, tal y como la tenemos ahora. La primera edición de la Biblia en español, con las divisiones descritas, se produjo entre 1569 y 1572, y se la conoce como Edición Políglota de Amberes porque además, del español, aparecen los textos en latín, hebreo y griego.
Aunque estas divisiones no siempre son acertadas, tienen la ventaja que nos facilitan la búsqueda de citas bíblicas concretas, y la memorización de diferentes porciones, así como el estudio sistemático y profundo de la Palabra de Dios.
Por último, queremos hacerle notar que los títulos que aparecen encabezando diferentes secciones de la Biblia, son producto de arreglos hechos por las editoriales que publican la Palabra de Dios. Como la división en capítulos y versículos, no son inspiradas por Dios y, por lo tanto, pueden estar sujetas a errores e imperfecciones. Hemos llegado al final de la primera parte de nuestro viaje. En próximos números, Dios mediante, abordaremos otros temas relacionados con los orígenes de la Biblia. Hablaremos acerca de los idiomas en que fue escrita, sobre los antiguos manuscritos que han llegado a nuestras manos, sobre las diferentes traducciones que se han realizado y... mucho más.
Publicado originalmente en la Revista "Fe y Acción", órgano del Concilio Internacional "Una Cita Con Dios" y Misión Mundial Maranatha. Volmen 1, Número 2, julio - septiembre, 2004, pp. 20, 21.

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