Son seis los ámbitos de acción de la Iglesia. La Educación Cristiana permite integrar al creyente y ponerlo en acción en cada uno de ellos:
a) El kerigma o proclamación del Evangelio, que está relacionado directamente con la evangelización mediante la predicación (Marcos 16:15). La Educación Cristiana tiene una doble función evangelizadora: permite alcanzar a los perdidos y convertirlos en evangelizadores. En el primero de los casos, encontramos que particularmente la Escuela Dominical, como una de las formas de la Educación Cristiana, ha servido como instrumento de evangelización a niños y adultos. Muchos son los creyentes que testifican haber aceptado al Señor Jesús como su Salvador personal en clases de Escuela Dominical, en las que el maestro los llevó a un encuentro con Dios. En el segundo de los casos, la Educación Cristiana capacita al creyente para convertirse en un efectivo evangelizador.
b) La didaché o enseñanza del Evangelio, relacionado con la formación de los discípulos mediante la enseñanza. (Mateo 28:19,20). Indiscutiblemente que el propósito fundamental de la Educación Cristiana es consolidar al creyente en el conocimiento de la Palabra y en la experiencia cristiana, con el fin de edificar la Iglesia sobre el sólido fundamento de “los apóstoles y profetas” cuya “piedra angular” es Jesucristo.
c) La propheteía o acción profética. Roberto Pazmiño señala que la “acción profética” de la iglesia tiene que ver específicamente con la denuncia de la maldad en todas sus formas y su oposición a ella, en medio de un mundo pecador y malvado. La Educación Cristiana debe preparar al creyente para ser “luz del mundo” y “sal de la tierra”, mediante el testimonio hablado y práctico; para ser como Noé o como Jonás, una “señal” en medio de su generación.
d) La koinonía o comunión. Se refiere a las relaciones de los creyentes con Dios y entre ellos mismos. Como hemos visto en el primer punto, la Educación Cristiana es un proceso integrador: el creyente introducido en el Cuerpo de Cristo, mediante el nuevo nacimiento, establece una relación estrecha y dinámica con el Salvador y con los demás salvados. Mediante el conocimiento de las Sagradas Escrituras y la experiencia cristiana, el cristiano aprende a amar a Dios y a sus hermanos. La Escuela Dominical y los programas de Discipulado deben fomentar el fortalecimiento de la comunión cristiana.
e) La diakonía o servicio. Toda la labor que despliega el creyente dentro de la Iglesia, y toda la labor que despliega esta en el Mundo. La Educación Cristiana en toda su extensión debe enseñar al creyente a ser un servidor, a trabajar a favor de los demás, sean creyentes o no creyentes, tanto en forma individual como en acciones colectivas, como parte de la Iglesia.
e) La leitourgía o culto. De la palabra griega leitourgía (laos – pueblo; ergon – trabajo, obra: trabajo u obra del pueblo) que significa “servicio”, “ministerio. Si la diakonía señala el servicio al prójimo, la leitourgía nombra el servicio que ofrecemos directamente a Dios a través de la adoración rendida a El en cada uno de nuestros actos: en el culto eclesiástico y en nuestra vida cotidiana. En otras palabras, es la ministración de gloria, honra y alabanza que hacemos hacia el Señor no sólo cuando venimos al templo, sino en nuestros actos cotidianos. La Educación Cristiana debe apuntar a la formación de un creyente – adorador en todo el amplio sentido de la palabra: que honre a Dios en cada acto de su vida.
La martyria o testimonio. Esta palabra resume toda la acción de la Iglesia en sus diversos ámbitos. El creyente, como parte de ella, es un testimonio directo ante el mundo, del amor de Dios, de Su Plan de Redención y de Su Voluntad Eterna.
Por otra parte, tal y como ampliaremos en los próximos temas, la Educación Cristiana afecta las dimensiones de la vida del creyente:
DIMENSION INTELECTUAL.
Tiene que ver con el conocimiento de la Palabra de Dios y con la fe como convicción y doctrina.
DIMENSION AFECTIVA:
Tiene que ver con los sentimientos, emociones y pasiones.
DIMENSION EXPERIMENTAL
Tiene que ver con el comportamiento del creyente en toda su extensión, tanto en la acción profética, en el servicio, como en la adoración.
Tomado de: Llanes, Alba. Seminarios de Capacitación en Educación Cristiana. Módulo 1: “Introducción a la Educación Cristiana”. Los Ángeles, California, 2003 / Rancho Cucamonga, California: EDICI, 2007. Parte del material de este seminario fue preparado originalmente para la materia “Escuela Dominical”, del primer año de estudios del Instituto Bíblico Patagónico, y que fue dictada por la autora, desde 1994 hasta 1998.
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