sábado, 21 de marzo de 2020

¿Cuál es nuestro refugio en medio de la crisis?

REFLEXIONES DESDE MI VENTANA
Un espacio de la hermana Alba Lys Llanes Labrada.

¿CUÁL ES NUESTRO REFUGIO EN MEDIO DE ESTA CRISIS?

El pasado sábado 14 de marzo, prediqué en la Iglesia Unión Evangélica en Argentina, aquí en Puerto Madryn, en el marco de la graduación de nuestra Escuela de Líderes “Luz y Verdad” allí. Rodeados de noticias sobre la pandemia que nos afecta a todos, con la inminencia de entrar en un estado de cuarentena (que en nuestra provincia y ciudad se llevó a cabo desde unas horas después), compartí una serie de pensamientos extraídos del Salmo 90. No prediqué sobre el salmo entero, sino que me sentí impulsada a enfatizar algunos versículos que, en ese momento, se destacaron delante de mis ojos. Comparto hoy un resumen de lo que prediqué. Va para todos mis amigos y mis hermanos en la fe. Hoy más que nunca este salmo, compuesto por Moisés y el predilecto de mi padre, cobra vigencia. En el día de hoy presentaré la primera parte de algunos de los pensamientos que compartí esa noche.

1. Moisés fue un “especialista en desastres de magnitudes desproporcionadas”.

a. Su mismo nacimiento se efectuó en medio de una política de genocidio, impulsada por el Faraón de Egipto, que pretendía controlar la natalidad de los israelitas, y el crecimiento de su población como minoría étnica. Recibió esa información de su propia madre, que guiada por el Señor, el cual tenía un propósito para el recién nacido, desarrolló una estrategia que salvaguardó la vida del niño, el cual llegó a ser el libertador de Israel, y el más grande profeta del período antiguotestamentario.

b. A la edad de 40 años se vio obligado a cambiar la comodidad de su condición de príncipe de la casa real egipcia, por la de un pastor de ovejas que no eran suyas, en medio del desierto de Madián, en la península arábiga. Supo lo que era perderlo todo, estar expuesto a las inclemencias del hábitat que le rodeaba, y a los peligros que, en su soledad, lo circundaban.

c. A su regreso a Egipto, enviado por Dios para libertar a Israel, fue protagonista y testigo de una sucesión de calamidades (desastres naturales, contaminación ambiental y de las aguas, plagas, enfermedades, etc.). En medio de esa situación extrema, Dios lo libró a él y a la generación de su pueblo, y los sacó libres de la nación más poderosa del Medio Oriente en aquel momento.

d. Durante los siguientes cuarenta años que condujo a Israel por el desierto, tuvo que enfrentar crisis sociales, epidemias, plagas de serpientes. Y en medio de todo eso, tuvo que cumplir la misión de convertir a una etnia de las tantas que habitaban en la región, en un pueblo organizado que iba a convertirse posteriormente en un estado-nación.

Mucho más podría hurgarse en las Escrituras, acerca de este “especialista en desastres y crisis”. Pero lo más importante es que, en medio de todas ellas, en lo secreto de su corazón, como posteriormente oró David, Dios le hizo “entender sabiduría”.

2. El salmo 90 es un resumen de esa sabiduría que él pudo comprender a lo largo de su vida:

a. Él comienza dirigiéndose a Dios como “SEÑOR”. Además de deidad, esta palabra implica soberanía, dominio, control. Dios es EL SEÑOR de todas las cosas visibles e invisibles. Aunque temporalmente este mundo, el planeta Tierra, está “bajo el Maligno” (1 Juan 5:19), el cual es el “príncipe de este mundo” (Juan 12:31; 14:30), por culpa del pecado humano, DIOS HA SIDO, ES Y SERÁ SIEMPRE, POR LO SIGLOS DE LOS SIGLOS, EL SEÑOR. En medio de las crisis, los desastres, las epidemias y pandemias, causadas por el temporal estado de rebeldía humana, DIOS SIGUE TENIENDO EL CONTROL. Ni los experimentos de Ingeniería Social, ni las tramoyas y conjuras de grupos de poder mundial, ni el “desgobierno” de los gobiernos humanos, ni en última instancia la operación de las entidades espirituales satánicas que intervienen en los asuntos humanos, están por encima de AQUEL que TODO LO LLENA EN TODO (Efesios 1:23), de AQUEL que LOS CIELOS DE LOS CIELOS NO LO PUEDEN CONTENER (1 Reyes 8:27), de AQUEL que es nuestro DIOS, EL ÚNICO DIOS VERDADERO, y nuestro SEÑOR. Después de una vida de vicisitudes, de enfrentar crisis innumerables e innombrables, Moisés seguía confiando en LA SOBERANÍA DE DIOS, QUE NO SE LIMITA A LA TEMPORALIDAD Y A LAS CONTINGENCIAS DE ESTE MUNDO.

b. Prosigue el salmista destacando un rasgo característico del SEÑOR: “Tú has sido nuestro REFUGIO”. Lo que es una casa para el ser humano, una guarida para un animal del campo, una fortaleza o castillo para los que están en peligro, ese recinto de protección, ese es el SEÑOR. No nos muestra a un SEÑOR despótico, tirano, cruel, sino a UN SER SUPREMO que en su amor y misericordia siempre está dispuesto a proteger. Las contingencias de este mundo, los desastres, las epidemias y pandemias nunca estuvieron en los planes de Dios para la Humanidad. Lo que estuvo siempre en sus eternos propósitos fue crear al hombre y a la mujer, al ser humano, como objeto de su amor, bondad, gracia y misericordia. La introducción del pecado y sus consecuencias —enfermedad, muerte, miseria, crueldad, perversidad, explotación, desastres, etc.— no estaba en su diseño original. Y todavía, en medio de esas contingencias, ÉL ES EL REFUGIO POR EXCELENCIA. Por esa razón agrega la frase “de generación en generación”. En cada generación de la Humanidad, a pesar de la rebeldía y obstinación de los seres humanos, a pesar de que muchos le han dado la espalda, EL SOBERANO SEÑOR SIGUE MOSTRANDO SU BONDAD, SU AMOR, AL OFRECERSE COMO EL REFUGIO POR EXCELENCIA DE CADA MUJER Y DE CADA HOMBRE SOBRE LA TIERRA. Fue el mismo Moisés el que, en sus palabras de despedida a Israel, antes de terminar sus días en la Tierra, dijo: “El eterno Dios es tu REFUGIO, y acá abajo sus brazos eternos” (Deuteronomio 33:27). He amado estas palabras desde que las leí por vez primera. Dos veces aparece en esta frase el concepto de lo eterno. No sólo el Señor es la eterna cubierta, el eterno techo, las eternas paredes que nos protegen, sino que también sus eternos brazos están debajo de nosotros, cerrando el eterno círculo de protección: nos acunan, nos sostienen, nos cuidan allí en lo más vulnerable de nuestras vidas, ahí donde el peligro acecha, sin que muchas veces alcancemos a percibirlo debajo de nosotros. Allí, los eternos brazos de nuestro OMNIPOTENTE SEÑOR, cuya eternidad garantiza que nunca dejaran de ser, simplemente ESTÁN. Moisés lo supo, lo aprendió en su vida personal.

c. Finaliza esta primera parte de esta oración, haciendo una declaración contundente. Esta no es una mera repetición mántrica, una afirmación metafísica, una confesión positiva de pensamiento posibilista. Es una declaración que emerge de la seguridad que proviene de su corazón por HABER CONOCIDO a Dios, de la manera tan excepcional como lo conoció, y como nos lo describe la Biblia. Moisés proclama: “Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.” (versículo 2). No nos confundamos con la palabra “siglo” que aparece repetida en este versículo. Es una lástima que la Reina Valera traduzca la palabra hebrea “olam”, que justamente significa “eternidad”, como “siglo”, pues este último término está vinculado a nuestra percepción temporal del tiempo. Dice Strong que “olam” apunta a una especie de tiempo que está fuera del alcance de nuestra mente, involucra la idea de perpetuidad, permanencia, perdurabilidad, perseverancia, sempieternidad. Siglo está al final de la lista, en un sentido de repetición indefinida que implica justamente eternidad. En resumen, toda la expresión sigue remarcando la eternidad de nuestro Señor, su permanente existencia y presencia, desde antes de que fueran creados el universo y los seres humanos, desde antes que el contingente estado de deterioro actual existiese, y aún trascendiendo en el tiempo a tal estado, no solo en nuestro tiempo presente, sino en el futuro.

d. Y termina afirmando que ese SEÑOR absoluto, soberano, eterno, que es nuestro refugio desde la eternidad hasta la eternidad es ELOHIM, plural del hebreo EL, que significa Dios. Un plural que no apunta a que hay varios dioses, o que sencillamente está expresando la majestad de Dios. Es un plural que señala su plenitud, y que involucra su pluralidad triúnica: ese Dios cuya trinidad aparece velada en el Antiguo Testamento, en términos plurales cuando se habla de Él (por ejemplo Génesis 1:26-28; 11:7); ese Dios del cual se dice que es “echad” o “ekjad” (uno compuesto), en Deuteronomio 6:4; ese Dios que en la plenitud de su revelación en el Nuevo Testamento, se nos da a conocer como una unidad en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. ESE ETERNO DIOS, NUESTRO SEÑOR, ES NUESTRO REFUGIO. Padre, Hijo y Espíritu Santo están aquí para cuidarnos, para protegernos. Antes de morir, resucitar y ser glorificado, el Señor Jesucristo, la segunda persona de la Trinidad, dijo a sus discípulos: “No os dejaré huérfanos, vendré a vosotros” (Juan 14:18). Hablaba de la tercera persona de la Trinidad, el Parakletos o Consolador, el Espíritu Santo que vendría no solo a estar con nosotros, sino a morar en nosotros, y a través del cual, el propio Jesús estaría en medio de nuestras aflicciones, hasta el fin del mundo.

La oración de Moisés sigue vigente. Forma parte de nuestro tesoro de oraciones y plegarias bíblicas que no repetimos vacía ni vanamente, sino que declaramos con fe, sabiendo que fueron inspiradas por el Espíritu Santo para nuestro ánimo, consuelo y ayuda.

Pero hay algo final que no puedo dejar de compartir en esta reflexión. Esa oración, como tantas otras, cobran vida, se hacen realidad en nuestras vidas, cuando reconocemos a Dios, no sólo como nuestro Creador y Sustentador, sino como nuestro Salvador y Señor. Él quiere ser refugio para todos. El acceso es tan sencillo: JESUCRISTO. Él afirmó contundentemente: “Yo soy EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA, y nadie viene al Padre sino POR MÍ”. Aceptar a Jesús como nuestro Salvador, implica que reconocemos nuestros pecados, nuestras limitaciones, nuestra humana debilidad, y le pedimos que nos perdone, sobre las bases de su sacrificio en la cruz. Le pedimos que nos limpie de todo pecado, con su sangre preciosa derramada en el Calvario. Le rogamos que se convierta en el Señor de nuestras vidas.

Y entonces, es ahí cuando podemos decirle con absoluta confianza: “Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación. Antes que naciesen los montes, y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.” Y es entonces, cuando no hay desastres ni crisis naturales, sociales ni personales, no hay epidemia, pandemia, ébola, dengue, cólera, fiebre amarilla, fiebre porcina, gripe aviar ni coronavirus alguno, que nos mueva de esta seguridad: que sea que permanezcamos aquí sobreviviendo o que partamos para estar en su presencia, DIOS EL SEÑOR SIEMPRE, DESDE LA ETERNIDAD Y HASTA LA ETERNIDAD, HA SIDO, ES Y SERA NUESTRO REFUGIO.

Dios los bendiga. Hasta nuestro próximo encuentro. Soy Alba Llanes y estas son REFLEXIONES DESDE MI VENTANA.

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